(Arte por Marcel Flisiuk – https://marcelflisiuk.com/)
Empecé terapia de nuevo hace ya unos meses y antier fue la primera vez que lloré con este terapeuta (obvio, no la primera vez que lloro durante terapia, no sé si sepan que llorar es mi pasión), y la razón principal es estrés y lo pésima que soy al lidiar con cualquier tipo de presión últimamente (lo cierto es que ya lo veía venir desde hace más de 3 años). Este sentimiento viene con varios niveles y capas ya que al principio le decía a mi terapeuta que no entendía cómo atravesé por situaciones mil veces peores de lo que estoy atravesando en este momento y nunca me había sentido ni reaccionado así. Pero como digo, ya lo veía venir.

Es entonces cuando tenemos que retroceder, empezando por 10 años atrás, o quizás más, porque lo más importante que tengo que aclarar aquí es que estoy en el primer capítulo de mi vida en el que me he podido detener a reflexionar por primera vez no en mis estudios, ni el trabajo, ni mis relaciones ni estabilidad financiera o recursos, porque por fin tengo todo aquello que dije que siempre quería a mi edad con respecto a mi vida profesional y personal (more to come, obvs ;))…y mi reacción a todo aquello el último año fue: toy cansada. Me la pasé años persiguiendo mis sueños e ignorando todo lo demás; ignorando trauma y disfrazando o reprimiendo emociones porque sabía (o pensaba) que el momento que me detuviera a pensar en todo ese abuso emocional, negligencia y carencias, me derrumbaría. Continué así hasta cumplir cada objetivo, y me ha tomado ya más de un año disfrutar de todo el fruto de mi trabajo plenamente por el agotamiento que he sentido y un diagnosis de trastorno de estrés postraumático (TEPT o PTSD en inglés).
Hay tantos aspectos de mi vida que he discutido en terapia y creo que es momento de dejar algunos detalles por escrito, porque sé que si alguna vez me hubiera topado y escuchado o leído a alguien hablar de este tipo de experiencias honestamente, quizás hubiera buscado ayuda entonces en vez de esperar a ser consumida por la obscuridad que llevé dentro de mí por tantos años. Así que, aquí va.
Toda mi vida he sido buena estudiante. La verdad es que mi hermana y yo fuimos las hijas perfectas para dos papás narcisistas porque literalmente, nunca necesitamos mucho para independizarnos porque siempre fuimos emprendedoras y encontramos motivación hasta debajo de una piedra si es necesario; pedir ayuda mientras crecíamos normalmente era visto como una inconveniencia: «A ver, niña p*ndeja inútil, déjame ayudarte pues…» Pues, después de un tiempo aprendimos de no depender de gente que al final del día no tenían nada que contribuir.
Pero hace un poco más de 10 años, cuando me mudé a este país sin hablar el idioma, fue la primera vez que necesité ayuda y apoyo enserio, ignorando el divorcio de mis papás (y como nos separaron a mi hermana y a mí nuevamente), la inestabilidad emocional (y abuso) de mi papá con la que yo tuve que lidiar porque solo éramos nosotros dos, y la preocupación de que mi hermana estuviera viviendo con hombres extraños y con mi mamá quién desde entonces ya mostraba síntomas de trastorno límite de la personalidad (TLP) o borderline personality disorder (BPD) en inglés. Ignorando todo aquello porque a mis 14, 15 años entendía que estaba fuera de mi control, me enfoqué en aprender inglés y ser de las mejores de mi clase porque quería ir a la universidad con becas. Cuando le preguntan a cualquiera de mis papás o cualquier miembro de mi familia–algún primo, tío o lo que sea normalmente dicen: «Sí, la Almita ya tiene hasta maestría, siempre ha sido muy inteligente…» y ya. Pero llegar ahí no fue gratis tampoco, y no estoy hablando de dinero, sino de lo que sacrifiqué: mi salud mental.
A excepción de mi nina quién prácticamente me crió, ni un solo miembro de mi familia intentó comunicarse conmigo durante ese tiempo. Al principio yo continuaba poniendo el esfuerzo porque a los 15 estaba viviendo una soledad ahora sí que bien cabrona, en un país nuevo, sin amigos, sin entender lo que estaba pasando a mi alrededor. Los primeros meses llegaba a «mi» casa devastada por haber reprobado un examen y al escuchar la «decepción» (ahora ya lo puedo ver como el abuso que fue) de mi papá y al escuchar comentarios como «Pues siempre puedes hacer otras cosas, la universidad no es para todos…» (sabiendo que era mi sueño desde que tenía uso de razón) no fue fácil, solo convirtió todo aquel proceso, toda mi preparatoria, en un círculo vicioso de estrés. Porque todo lo que quería era alguien que me consolara y me dijera que todo iba a estar bien y que le siguiera echando ganas, solo un poco de compasión supongo. Hasta recuerdo una vez que en un momento de frustración le pregunté a mi papá si él quería que yo fuera perfecta, ¿su respuesta? «OBVIO, ¿qué tipo de padre no quiere que su hija sea perfecta?».

(Ya sé que suena imposible con lo que ya he compartido, pero no escribo todo eso para causar lástima ni para vengarme al publicarlo; a pesar de que me encanta escribir, no me gusta manipular a las personas de ninguna manera ni siquiera a través de mis escritos. Lo que comparto pasó, y aunque me incómoda compartirlo por obvias razones, no pienso dejar de hacer lo que he estado haciendo desde los 13 años, cuando abrí mi primer blog y descubrí lo bien que me hace dejar mis experiencias y pensamientos por escrito en una plataforma pública. El internet no es un espacio seguro para nadie, ni para mí (mi familia me dejó eso en claro cuando una de mis primas se graduó como psicóloga y se puso a analizar mi blog (el blog que empezó una niña de 13 años) y «mis trastornos» de acuerdo a su diagnosis en una reunión familiar a la que no fui invitada–pero mi papá se encargó de darme tu…crítica(?), don’t worry 😉) pero leer y escuchar a otros artistas, escritores, podcasters, etc. expresarse acerca de sus traumas emocionales me ha ayudado mucho en lo personal. Requiere valentía, como lo pongan.)
Ahora estoy aquí, 10 años después, preguntándole a mi terapeuta, ¿por qué estoy tan cansada? Como ya dije, hay varias capas. El trauma y la presión de remediar el trauma es una de esas capas. A pesar de que estoy convencida de que la mayoría de los seres humanos (y esto incluye a mis papis chulos) inevitablemente atraviesan por trauma en algún punto de sus vidas, leí algo el otro día que decía: «La causa de la herida no es tu culpa, pero es tu responsabilidad sanarla.» Mis papás tampoco han tenido las vidas más fáciles, pero las relaciones que mantienen con sus hijas, parejas y el resto del mundo indican que nunca se tomaron tiempo para sanar. Hace unos 2-3 años cuando decidí empezar terapia por primera vez atravesé por una fase de autosabotaje y victimismo: «¿Por qué YO soy la que tiene que ir a terapia por el abuso al que otras personas me han sometido? Pero trabajo de tiempo completo y a penas me alcanza el tiempo y el dinero, no es justo…». Se siente injusto porque no todos tienen que atravesar por esto, así como siempre se sentía injusto en el colegio al ver a todos los demás niños con sus familias «normales», con ambos papás, viendo como tenían a alguien quién los consolaban y pues, querían, porque todo lo que oía al crecer era «Tus papás sí te quieren, solo no saben cómo demostrarlo…».
¿Saben qué ha cambiado desde que empecé terapia de nuevo esta vez? He empezado a dar gracias por la vida que me tocó, porque las lecciones que aprendí joven aplican a un CHINGO de aspectos de la vida en general, empezando con la relación con mi pareja. Gracias a aquella negligencia, ahora sé que necesito quiero a alguien que no solo me diga que me quiere o que me inunde de obsequios y lujos, sino que me lo demuestre con su tiempo, su esfuerzo, comprensión y paciencia (y creo que ya lo encontré <3). Igualmente se me facilita identificar a personas que no tienen buenas intenciones, y se me facilita aún más dejarlos ir gracias a esa independencia que he ido adquiriendo con los años. Gracias a que nunca he tenido un hogar físico, he encontrado felicidad en mí y he creado un hogar dentro de mí que me sigue y protege a donde quiera que voy, y lo más importante es que a pesar de este agotamiento que estoy viviendo, me siento lograda, orgullosa de mí misma y en paz, porque sé que cada día tomo la (a veces muy difícil) decisión de levantarme y construir un mejor mañana en base a una visión en la que creo firmemente, porque a pesar de no ser perfecta (sorry, dad 😦 todo lo que me propongo lo cumplo (a veces no sé cómo la verdad, pero así pasa lolz).
He decidido empezar a celebrar las lecciones que me ha enseñado el trauma sin negar lo ocurrido ni reprimir el dolor que a veces aún siento, porque esto no significa que no esté progresando y tampoco pienso avergonzarme de mis cicatrices ni ocultarlas para no ofender a nadie. Creo que esa es la mejor forma de sanar, al igual que de inspirar a aquellos que te hirieron a que sanen, pero ya lo que pase después no es tu bronca, nunca lo fue, así e intenten convencerte de que sin ti no pueden continuar sanando, eso solo es indicación de que debes alejarte para sanar tú ❤ («si me dejas ya no quiero vivir», «si no me dices que me quieres mi vida quedará en tu conciencia»...been there, done that).

Algo que le dije a mi terapeuta que creo le gustó fue que yo siempre había sentido mucha culpa por no quedarme a ayudar a personas que me han hecho mucho daño pero que en su momento quise y sentí que ellos a mí, y a pesar de que sabía que era manipulación, quería ayudarlos a que analizaran sus comportamientos, pero llegué al punto que me di más lástima yo. Esa misma compasión y amor incondicional que le daba a todo mundo empecé a sentirlo por mí misma, y afortunadamente para mí (desafortunadamente para otros) simultáneamente comencé a alejarme de lo que me hacía daño–incluyendo a personas, lugares, substancias, etc. Fue uno de los primeros pasos. 10/10 recommend.
Y aunque me encantaría decir que una vez que aprendes a amarte a ti misma todos tus problemas mágicamente desaparecen, creo que ya sabemos que no funciona así; el autoestima y el autocuidado son dos cosas diferentes. Yo creo que lo más importante en lo que estoy trabajando aún es aprender a detenerme a oler las flores, a consentirme no de vez en cuando pero SIEMPRE así sea de maneras pequeñas como ir a una clase de yoga, a caminar escuchando un buen podcast, apagar las luces, prender una velita y sumergirme en la tina con agua hirviendo, escuchar mis records favoritos o ir por un café (ok, boba), pero intento hacer algo por mí todos los días, porque si no, ¿para quién estoy viviendo entonces?. Mi terapeuta me mandó una lista con miles de actividades más, y aquí la encontré en este link por si te interesa.
Esa es mi única resolución para este nuevo año: MÁS autocuidado, MÁS amor propio, concluir terapia exitosamente y crecer el amor que le tengo a las personas cerca de mí al igual que a la vida. ¿Qué más le puedo pedir al universo este año? Ese regalo de navidad estaría CHINGÓN.
