(Necesitamos emoji del chile serrano)
Han pasado tantas cosas en los últimos 5 años. Empecé este blog cuando estaba a punto de graduarme con mi maestría, la pandemia estaba en todo su esplendor, vivía sola en un mini-apartamento de 1 recámara en el distrito del arte en Phoenix, y Travis y yo comenzábamos hablar de vivir juntos. Covid y el posgrado me tenían muy mal—nunca había sentido ese tipo de estrés, y hasta viví mi primer ataque claustrofóbico, lo recuerdo como si fuera ayer; Travis y yo estábamos viendo un episodio muy relax de Game of Thrones (The Rains of Castamere) en mi depa y de repente el mundo se me empezó a cerrar y venir encima. Creo que también fue la primera vez que Travis me vió llorar. Momentos demasiado importantes ocurrieron en esos 800 pies cuadrados.
Este espacio igualmente ha estado ahí para mis momentos más vulnerables, y cuando digo «este espacio» me refiero a las letras, no solo a este blog, pues mi trayecto y relación con las letras comenzó hace más de una década, 15 años para ser precisa, cuando comencé a tomar este pasatiempo en serio y a escribir a diario.
Mi relación con la literatura y el arte es la más sana que he ido desarrollando a través de mi vida, pues todo lo que pide de mí es soltar. Soltar mis pensamientos más obscuros al igual que los más honestos y vulnerables; soltar cada lágrima, cada enojo, y dejarlo todo en letras.
Gracias por estar aquí conmigo y acompañarme en cada capítulo de mi vida.


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