Tuve que aprender a construir un hogar dentro de mí a muy temprana edad ya que es difícil considerar un lugar físico tu «hogar» cuando sabes que en unos meses te encontrarás en otro. Un nuevo año, una nueva casa, una nueva escuela. Cuando nadie más te puede proveer la estabilidad que necesitas, tu única opción es descubrirla dentro de ti. Pero debo admitir que con lo que más soñaba por muchos años era ese lugar físico al que pudiera llamarle mi hogar. Mi propia habitación, una casa sin gritos, sin pleitos, ni azotes de puertas. Un espacio seguro para reír, llorar, crear, amar; una casa llena de harmonía y tranquilidad. El momento en el que empecé a salir con mi ahora esposo y entró a mi apartamento de soltera por primera vez, comencé a sentir toda esa paz y más. Y así descubrí que era él la pieza que me faltaba para terminar de construir ese hogar interno. El cual eventualmente se expandió hacia un hogar físico, en el que no se escuchan los azotes de puertas. Nuestro hogar, nuestra primera casa, es muy especial para mí. Las memorias que estamos creando aquí están bien alineadas con la vida que siempre quise para mí, y por esto y más me siento muy agradecida con la vida ❤


















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