– ¿Cuál es la solución, Selena? No se puede recibir millones de inmigrantes y refugiados – dijo él.
– La solución no es levantar muros y prisiones, mucho menos separar a las familias, Frank. Hay que reformar el sistema de inmigración y ayudar a resolver las causas por las cuales la gente sale de sus países de origen. Nadie quiere dejar todo y salir escapando, lo hacen por desesperación.
– Eso no le corresponde al Gobierno americano.
– Los americanos provocaron gran parte del desastre en estos países. Para acabar con los movimientos de izquierda, armaron, adoctrinaron y entrenaron a los militares, y financiaron la represión. Aquí se justificó como expandir la democracia, pero hicimos exactamente lo contrario: derrocamos democracias e impusimos dictaduras brutales para defender los negocios de las empresas americanas. (Isabel Allende, El viento conoce mi nombre).

Isabel Allende, mi autora favorita desde hace más de 13 años, tiene un gran talento para relatar las trágicas y crudas realidades que vivimos diariamente y envolverlas en pasión, magia y resistencia; El Viento Conoce Mi Nombre no es la excepción. Esta es una historia del proceso de migración, enfocándose en dos épocas históricas de nuestro pasado y presente, y así viajamos décadas atrás a 1938, en Vienna con Samuel, un niño judío de tan solo 5 años de edad, escapando de los nazis, dejando todo lo que alguna vez conoció en búsqueda de una vida mejor en Londres; a solo unos años atrás, 2019, en El Salvador con Anita de solo 7 años de edad separada de su madre en la frontera de Nogales, Sonora y Nogales, Arizona, al intentar escapar a Estados Unidos, dos niños con la misma esperanza de reunirse con sus familias y sus mecanismos de defensa que utilizan para mantener la fe. Igualmente, personajes como Selena nos recuerdan de los recursos que existen en nuestra sociedad para auxiliar a inmigrantes, así como todos los obstáculos y sacrificios que normalmente acompañan a este proceso. Esta novela también es un recordatorio que si no fuera por la solidaridad de nuestras comunidades, no tendríamos a trabajadores sociales en la frontera protegiendo los derechos de inmigrantes, los cuales una tras otra vez son pisoteados por políticos y sistemas racistas. No obstante, la fortaleza de nuestra gente perdura.

Nunca he conocido a alguien feliz de dejar su hogar. Siempre existen motivos extremos que los llevan ahí. Y así el gobierno ha identificado a estos grupos de personas como una gran oportunidad de explotación—pues globalmente nuestros líderes siempre buscan a quién joder y de quién aprovecharse. Pero al final del día, creo que lo que todos deseamos inicialmente es poder triunfar y encontrar felicidad en nuestro país de origen—migrar a lo desconocido nunca fue la primera opción. Siento que con todo lo que está ocurriendo en nuestro mundo, este es un gran momento para sumergirse en este tipo de historias e intentar comprender lo que millones de personas atraviesan a diario. Creo que no había llorado tanto con una lectura desde Cuando Hitler robó el conejo rosa, el cual sigue siendo de mis libros favoritos. Así que le doy…

★★★★☆

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