En mis borradores tengo opiniones de la inteligencia artificial, política, actualizaciones de mi vida y mi relación con el zoloft. En mi mesita de noche, «El viento conoce mi nombre» de Isabel Allende (ya casi termino y compartiré una reseña), aceite CBD, mi diario, «Los Siete Maridos de Evelyn Hugo» por TJR que prometí leer en grupo hace más de un año, «vix vaporru», el siguiente libro de la saga GoT que empecé hace tres años, y kleenex; noto que terminar tan solo un pensamiento es una misión imposible cuando estoy enferma. La plaga se ha apoderado de nuestro hogar, el trabajo (y por lo tanto mi espalda) me ha estado matando, y pues estos son los momentos perfectos para ponerte a reflexionar acerca de tu vida. Pensé, «¿qué mejor manera de organizar la mente que una buena sesión de blogueo?». Y así llegué aquí, viendo Se7en con mi esposo mientras escribo.
He estado pensando en lo cool que fue empezar un blog a los 14 años, porque sin una educación formal o carrera en literatura o periodismo (lo cual consideré por mucho tiempo), bloguear no solo me enseñó a encontrar mi voz, también me ayudó a encontrar mis límites como escritora principiante. Por 15 años he estado explorando la complejidad de sentirme apasionada hacia temas de los que podría escribir por días, y asimismo sentirme incómoda compartiendo, mas no escribiendo dichas ideas. Siempre escribo primeramente para mí, pero descubrir cuando algo es contenido para mi diario y cuando es contenido para mi blog es algo con lo que aún batallo–porque sinceramente, tengo más que suficiente anonimato para y ganas de compartirlo todo, pero también tengo una carrera fuera de estos medios, y pues desafortunadamente no conviene empujarlo todo fuera de mi pecho. Pero sí un poco. Podemos empujar un poco.
Uno de esos temas es la política, y el constante debate de si tengo algo que agregar. ¿La verdad? No, no tengo nada sustancial que añadir a ningún debate político. Detesto el estado político de Estados Unidos, porque es difícil prender la tele o abrir tus medios sociales y ver ese circo, y ese desapego a la empatía y a la esperanza no puede traer nada bueno. Me da rabia, me entristece; y he desarrollado esa horrible adicción de necesitar hablar al respecto en todo momento, lo cual es igualmente exhausto, y siendo sincera, inútil. Porque la cosa con la política en este país es que siempre van a existir al menos dos lados totalmente opuestos; el sistema se beneficia de este conflicto pues ha simplificado las cosas enormemente para quienes están a cargo, y sea como sea, somos más débiles divididos–y así nos quieren y necesitan. Y lo cierto es que ambos lados tienen argumentos de cómo el lado opuesto causa más división. Pero al final del día, a todos nos debería de dar pena tener a esos dos jodidos (Trump/Musk) como presidentes; seamos sinceros.
Ayer vi una peli muy buena que recalca los problemas sistémicos en este país, y como buena maestra sustituta, en vez de intentar guiarte a través de esta dura realidad de una manera original y reveladora, te recomiendo que la veas:
La pena de muerte siempre fue uno de esos temas de ensayos persuasivos y debate en la escuela que me apasionaba bastante, pues la paradoja de aplicar el mismo castigo por el cual terminaron en la silla no nos enseña la lección correcta, pero lo peor de todo es que el sistema está roto, no funciona, no es justo, es racista y discriminatorio en más de una manera, y quién termina en la silla no siempre es culpable. Lo que he aprendido es que nunca podemos confiar en que el gobierno actúe con integridad, pues a los políticos les gusta jugar al monopoly con la vida de seres humanos. Y esta peli solo es un ejemplo de esto, y de lo mucho que les importamos a los líderes de este país–pa la próxima que quieras defender a tu politico favorito 🙂
Okay, ya fue demasiado nihilismo por hoy.

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