Sugerencia de escritura del día
¿A cuántos colegios has ido?

Sin contar el kinder ni mis dos universidades, fui a 9 escuelas diferentes de los 7 a los 18 años, y he escuchado de casos más extremos que los míos como familias militares o dado a papás con trabajos que requieren reubicación constante, así que no sé si es mucho o poco desde tu punto de vista, pero desde el mío, es una de las razones por las cuales me incomoda el cambio. Definitivamente no nací para andar viajando todo el tiempo, y creo que por mucho tiempo me costaba admitir lo mucho que soñaba con simplemente vivir en el mismo lugar por más de un año. Puede llegar a ser exhausto volver a empezar una y otra vez, y tu vida académica es una gran parte de tu vida diaria en tu juventud. La fundación de tu sentido de lugar también depende de esa estabilidad.

Aún así, como en todo hay desventajas así como ventajas. El privilegio de hacer amigos en más de un estado en México, conocer diferentes culturas, dialectos, y adaptarme a climas opuestos, de la arena desértica a la arena playera…creo me hizo la persona que soy hoy en más de una manera; y quizás hasta me obsequió esa pizca de alma aventurera, suficiente para sacarme de mis círculos geográficos habituales al menos una vez al año por placer ahora que tengo los recursos.

Cuando me dijeron a los 9 años que tenía que mudarme de la Ciudad del Sol (Hermosillo, Sonora) e intercambiar la vida en el desierto y tacos de carne asada por playas y mariscos en la lejana tierra de Rosarito, Baja California, sentí mi primer ataque de pánico. Aún así recuerdo la emoción en mi primer día de clases en ese pueblo costero. Emoción manifestada inicialmente con un estómago revuelto y dramáticas sesiones de llanto en el baño mis primeras semanas, pero eventualmente con buenos amigos y experiencias memorables; como mi primer amor platónico, mi reencuentro con la música y el teatro, y el comienzo de exploración de mi estilo personal; y los tacos gobernador, obviamente.

Eventualmente me mudé de regreso al desierto. De Hermosillo a Phoenix y de Phoenix a mi pequeña ciudad universitaria, Flagstaff, Arizona, para mis primeros años de licenciatura, solo a dos horas de Phoenix pero ni desierto ni playa, sino bosque. Y así me enamoré de ese tipo de vida; del olor a pino durante el día y fogatas por las noches, el aire fresco, las noches tranquilas en las que se puede oír una hoja de papel al caer, y esa paz y serenidad cuando llega la nieve…¿Quién diría que estudiar a Caravaggio podría ser una experiencia tan romántica?

La constante en mi vida es que siempre me he sentido en casa en un salón de clases, en bibliotecas, estudios de arte y laboratorios. Y que cualquier vista que me pongas jugando fútbol forzada por mi maestro de educación física, ya sea bosque, desierto sedoniano o los fiordos noruegos, no bastará para que me la pase bien.

A veces no hay nada como los cambios para agresivamente enseñarnos lo que odiamos y amamos.

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