«Agree to disagree» es una frase que usamos al tolerar las opiniones de los demás sin necesariamente estar de acuerdo. He querido tocar este tema por un buen rato porque este blog, siendo un espacio personal en el que comparto mis ideologías, puede ser percibido como un mal ejemplo de aquello, pero algo que quiero aclarar es que la libertad de expresión es una cosa y otra muy diferente es el fanatismo e intransigencia. Me gusta leer/escuchar opiniones opuestas a las mías; conservo amistades y relaciones sociales y laborales con varias personas que no comparten mis ideologías políticas entre otros puntos de vista, y normalmente no tengo ningún problema sosteniendo conversaciones cultural, política y religiosamente diversas, porque si hay algo que quiero dejar claro con este espacio es lo importante que es para mí expresarme y comunicarme libremente, y éste no es un derecho que me corresponde solo a mí. Además de que creo es saludable analizar y exponernos a otras posibilidades–esto solo expande nuestras mentes y perspectivas.
Ahora que si siento que alguien insiste en faltarme al respeto justificando sus acciones a través de fanatismo o si percibo una mentalidad de culto con la que se me hace imposible/incómodo discutir cualquier tema, simplemente no estoy interesada en alimentar esa adicción al conflicto por la que muchos atravesamos en nuestras vidas–porque siento que es normal hasta cierto punto querer que otros concuerden con nosotros, pero igualmente es parte de nuestra evolución intelectual aceptar que todos tienen derecho a pensar y expresarse diferentemente hasta llegar a ver los beneficios de esta diversidad de pensamiento; pero esto tampoco significa que estoy totalmente a la disposición de todo mundo o que necesito escuchar/leer cada vez que alguien no está de acuerdo con mis opiniones.
Dado a que acabo de mudarme a otro estado hace unos meses y no he formado mi grupito de amigos aquí, he pasado demasiado tiempo en Instagram, una plataforma que muchas veces veo como el inframundo de nuestra actualidad, en dónde eres cruelmente juzgado por selfies, política y lo que comiste ese día. Como muchos, odio amar Instagram tanto como amo odiarlo, es una relación complicada. Pero algo en lo que me he dado cuenta a través de las interacciones en esta plataforma es lo incómodo que es para MUCHOS el acordar no estar de acuerdo; especialmente hablando de política. Creanme que entiendo la frustración al ver derechos humanos arrebatados por votos de unos cuantos con el poder suficiente, eso es algo que nunca voy aceptar. Pero demonizar a un grupo entero de personas basándonos en sus partidos políticos es igualmente inaceptable, especialmente considerando que es casi imposible no encontrar corrupción en cada político, sin importar su afiliación.
Hace unos años, había un presidente en Estados Unidos que…digamos…no me caía super bien, y aunque ésto no ha cambiado con el presidente actual (porque no hay muchos políticos que me caigan bien de cualquier manera), fue la primera vez que me vi patéticamente absorbida por la política ya que lo odiaba personalmente y hasta pensaba menos de las personas que votaron por él. Digo, de que tenía razones para no amarlo, las tenía, y el tipo se me sigue haciendo un payaso, pero esto viene MUCHO antes de que se convirtiera en presidente; crecí aborreciéndolo por otras razones fuera de la política, pero, ¿de ahí a formar opiniones de personas que ni conocía? Quizás fue parte del «estrés» de mis primeras elecciones–todavía ni podía tomarme una cerveza legalmente en este país así que fácilmente le echo la culpa a mi falta de experiencia y perspectiva.
Hay muchas ideas como estas que hacen que nos subamos a unos pedestales imaginarios desde los que son imposibles ver la verdad. La primera indicación de si estamos en este pedestal es si nos sentimos orgullosos de nuestras opiniones. Creo que sentir orgullo por nuestra forma de pensar es más indicación de necesidad de aprobación excesiva y menos indicación de pensamiento propio. ¿Por qué opinamos lo que opinamos? ¿Será porque alguien nos dijo que hay una manera correcta de pensar y ese orgullo que sentimos al pensar de cierta manera es nuestra «recompensa» por sacrificar nuestra libertad de pensamiento? Empezar a pensar por mí misma fue lo mejor que me ha pasado en mi vida, nunca me he sentido tan liberada. Y han habido varias personas con mucha más experiencia de vida confundidas por lo que pienso o lo que publico, ya que esperaban que porque voté por fulanito entonces pensaba de cierta manera, y lo cierto es que a mí nadie me dice cómo pensar, mucho menos un político. No me suscribo a ideologías ni estoy interesada en un guión aprobado por ti, tu mamá, tu religión o partido–esa no es una forma auténtica de vivir.